Hace algo menos escuché a un chef de un museo, concretamente el del Guggenheim de Bilbao, en el que pretendía haber diseñado un menú temático basado en la exposición que se presentaba en esa ocasión en el museo. Claro, con el primero lo tuvo fácil, con una ensalada ya tenía reflejado el bosque. El problema aparecía para justificar el solomillo, que lo mismo puede ser una obra de ese autor o de cualquiera. Y con el postre igual.
No se porque parece que existe la obligación de justificar un menú con algo externo, como si el mero hecho de disfrutar de una determinada comida no fuese justificación suficiente. Es como si el intentar parecerse a algo, o intentar convencer al comensal de que existe una trascendencia en el plato, pudiese suplir la falta de impecabilidad en la ejecución. Porque si tu plato es impecable para que quieres que se parezca a un cuadro o a nada.
Para que me entendáis se me ocurre inventar un motivo, como por ejemplo la rehabilitación de un pariente toxicómano. Para celebrarlo daría igual el menú escogido ya que la alegría del motivo, unido a una ejecución correcta del menú supondría un éxito.
Pues me parecería una estupidez que el chef de turno intentase hacer el siguiente menú
Primer plato : Sopa de raya
Segundo Plato: solomillo de Caballo, con petas...zetas y patatas fritas
Postre: Chocolate, decorada por encima con rayas de azúcar glass
Vino blanco: Cuatro Rayas
Vino tinto: Agustina de Aragón (o cualquier heroína parecida)
Como veis no es tan dificil, pero es una estupidez bárbara.