M.Q. son las iniciales de los apellidos de los hermanos Martín Quiroga y es el nombre del restaurante. El restaurante es pequeño, incluso, muy pequeño. Apenas cuatro mesas para cuatro personas cada una. La oferta se completa con una barra que no es de cortesía, en la que se pueden probar como raciones las creaciones que a diario realizan los hermanos.
La cocina es basicamente de mercado, y por ello no existe una carta como tal. Cada día te recitan la carta variando según los caprichos de los mercados eligiendo los ingredientes según su temporada y supongo que su precio. Si bien es cierto, que al final hay platos que me he encotrado varias veces pese a lo separado de mis visitas, como el salmorejo o los chipirones con pesto.
Para comenzar pedimos un salmorejo, y unos chipirones a la plancha con pesto. De segundo solomillo y lenguado.
El salmorejo no estaba mal de sabor, pero para mi gusto llevaba demasiado aceite. Un problema habitual en estos lares cuando nos da por intentar hacer recetas del sur. No es necesario llevar la emulsión hasta su saturación.
Los chipirones eran de buena calidad. Se nota que estamos en temporada. Y la salsa de pesto estaba exquisita. Solo apto para amantes del pesto. Ya que como el pesto es muy sabroso coloniza el plato y es el sabor predominante. Creo que el plato mejoraría bastante si dejasen el pesto a un lado para disfrutar también del sabor del cefalópodo.
El solomillo era estupendo, con un gran sabor y una gran terneza. Sinceramente una de las mejores carnes que he probado ultimamente. Y el lenguado también era muy fresco y estaba en un punto perfecto. Se nota que manejan buen material y lo tratan con cariño.
Por último de postre pedimos un postre de chocolate y un sorbete de mandarina. El postre de chocolate según mi mujer era delicioso, el sorbete sin embargo no estaba a la altura. Se notaba el sabor del estabilizante y era un poco desagradable.
La experiencia fue agridulce. Por un lado el cuidado de la manteleria y el menaje (aunque el cuchillo no es ni de carne ni de pescado), el trato amable y cercano, y la calidad de los ingredientes y el mimo al prepararlos, contrastan con un localdemasiado pequeño en el que las 4 mesas están siempre llenas y la bulliciosa barra que distrae continuamente e incluso de la que parten miradas furtivas hacia las mesas que limitan la sensacion de confort y por supuesto arruinan cualquier deseo de intimidad. Por ello pese a que por la comida podría ser excelente, con la limitación del espacio simplemente es un local correcto.