Si hay un establecimiento con historia y tradición a sus espaldas en la elaboración del cocido madrileño sin duda es La Bola, establecimiento que data de 1802 si bien no se convirtió en restaurante hasta 1870. Desde entonces lleva deleitando a los madrileños con su cocina tradicional.
El local conserva su aspecto antiguo. Está situado en la calle de la bola y tiene una inconfundible fachada roja que hace esquina, color que en el siglo pasado distinguía los establecimientos que servían alcohol. En cuanto entras en el local te das cuenta de que es un sitio donde no se cabe, la puerta es estrecha, la gente se agolpa en una barra de cortesía. Como es un sitio tan solicitado habíamos reservado. Al pasar al comedor se ven un montón de mesas siendo el espacio entre ellas el justo y necesario para que los camareros tengan un pasillo para caminar.
Un camarero muy amable nos acercó la carta. La carta es extensa y tiene todos los platos de la cocina tradicional madrileña. Sopas, revueltos, ensaladas, pisto, tortilla, platos de carne y pescado, casquería. Si bien el protagonista es el cocido madrileño en cazuela de barro.
Tardaron bastante en atendernos, si bien es cierto que el local estaba lleno, se supone que como el lleno del local siempre es el mismo deberían estar preparados para gestionarlo. Primero nos trajeron unos encurtidos con salsa. Al cabo de un rato nos trajeron la sopa. La sopa estaba deliciosa con todos los matices que dan la carne y las verduras, si bien estaba un poco pasada de grasa.
En segundo lugar te traen un pucherito de barro y cuyo contenido vuelcan en el plato, y que son los garbanzos, la carne y las patatas. Sin embargo, dado que el puchero es pequeño, se produce un problema y es que es una lotería lo que te toque con los garbanzos. A mi me tocó patata y chorizo, y un gran hueso. A mi mujer dos trozos de gallina. El garbanzo estaba bastante suave y conservaba el hollejo, lo que indica que utilizan un garbanzo de calidad. Echamos de menos la berza, pero pensamos que llegaría después... y al cabo de un rato pasó un camarero con una bandeja con berza y nos sirvió un par de cucharadas. Escatimando como si hubiese poco y muchos para repartir, tuve que insistir para que me echase una cantidad que yo consideré normal
De postre un arroz con leche y un helado de vainilla nada reseñables.
En resumen, si bien es cierto que la sopa está estupenda y los garbanzos y el acompañamiento son excelentes, sin embargo hay que reconocer que ni lo apretado de las mesas ni el servicio que está tan saturado porque está lleno siempre local que no da abasto, hacen de este local un sitio que elegiría para una gran celebración o agasajar a un amigo. Pese a ello creo que es obligada visita para al menos una vez probar su excelente cocido madrileño o si andas por la zona. Más si tenemos en cuenta que pese a su fama, tiene una excelente relación calidad precio.