Si nos fijamos sólo en la entrada no parece gran cosa, sin embargo una vez dentro te encuentras con un local amplio, espartano y totalmente minimalista donde únicamente destaca el blanco. Como llegamos pronto a cenar, nos acomodamos en la mesa que quisimos. La sensación que nos invadió enseguida fué que las mesas que nos rodeaban estaban demasiado cerca. Como estaba vacío no suponía una molestia pero si el local hubiese estado lleno posiblemente la sensación de agobio habría sido mayor..
La carta es menos extensa que en otros restaurantes japoneses que he visitado. Quizá fruto del minimalismo dominante. No obstante la oferta es amplia, tiene tatakis, tempuras, yakitoris, sashimis, sopas, y platos de carne y pescado. Para comenzar pedimos una tempura de langostinos seguido por una sopa udon, el imprescindible yakitori de pollo y una selección de sushis: atún, salmón dorada, anguila, pez mantequilla, tortilla y uno de creación propia de aguacate.
La tempura no estaba a la altura de otras que he probado, si bien el langostino se veía que era de buen tamaño y calidad, la tempura estaba grasienta. Seguramente por no haberla hecho con el aceite suficientemente caliente. La sopa estaba impresionante, últimamente en gastronomía se hablado de un quinto de sabor que sería el sabor “sabroso” que está más allá del dulce, salado, ácido y amargo que eran los sabores tradicionales. Este nuevo sabor se ha llamado “umami”. Pues era la sopa más umami que he comido en mi vida. El yakitori de pollo no estaba lo suficientemente glaseado y para colmo cuando empezamos a comer nos dimos cuenta de que había trozos de pollo no muy hechos. Es imperdonable que te sirvan pollo crudo en un establecimiento.
En cuanto a los sushis, el pescado tenía un gran sabor y se notaba una calidad sin embargo el arroz para mi gusto estaba bastante seco. No tenía la jugosidad de otros sushis que he probado en esta misma ciudad. Nos gustaron especialmente los de salmón y anguila ya que no notamos ni una sola espina, cuando en otros japoneses el niguiri de anguila parece lija.
Una vez terminado todo lo que habíamos pedido nos dimos cuenta de que todavía quedaba hambre así que pedimos un filete crujiente de cerdo en salsa de curry con arroz, plato específico de este restaurante. También pedimos un maki de atún para probar que tal hacian los rollos. En cuanto al cerdo con curry es un plato bastante bueno y que justifica una visita a este restaurante para probarlo si estás por la zona. El maki sin embargo no estaba a la altura ya que el alga estaba correosa.
De postre pedimos crema de castañas con helado de té verde una mezcla que no nos gustó excesivamente pero que parece ser, según nos comentó el encargado del local, que a sus clientes habituales les fascina. Para finalizar probamos un licor de ciruelas que estaba bastante bueno.
En resumen un local de abigarradas mesas y calidad excesivamente ajustada. Recomendable para probar el curry o la sopa pero salvo eso, para mi es una y no más.