El restaurante está situado en el bajo de una casa de mediados del XIX. A lo largo de los años se han ido añadiendo comedores, y cada uno se ha dedicado a un personaje ilustre de la historia vallisoletana. Nosotros comimos en el dedicado a Lola Herrera.
Nos acomodaron en una mesa amplia y nos trajeron las cartas. La carta es amplia y con mucha oferta. Nosotros para probar un poco de todo pedimos 5 entrantes y un arroz de segundo. La carne y el pescado los dejamos para una próxima visita. Para comenzar pedimos una ensaladilla rusa, que como apertura de la experiencia no me gustó demasiado, había poca verdura y no se si fue por culpa del atún o de la mayonesa, pero estaba demasiado ácida para mi gusto y la consistencia no era cremosa como debería ser una ensaladilla sino pastosa.
Seguimos con unos espárragos rellenos. Son unos espárragos rebozados, el relleno está entre el rebozado y el espárrago. Un rebozado crujiente y nada grasiento, y un corazón jugoso en extremo. Sin duda un plato para recordar.
También pedimos un pisto. Se presenta como en molde y coronado con un arito de pan crujiente. La verdura estaba en su punto adecuado de cocción, y se notaba su calidad. El resultado era un plato jugoso, donde el dulzor de la cebolla y el pimiento contrastaba con el acidulado del tomate y con el salado del calabacín. Era una ración pequeña, y éramos tres, como prueba de la calidad del plato estuvimos pensando si pedir otra ración.
Para continuar nos trajeron unos callos, ya que a nuestro acompañante le fascinan. Pese a que no me llaman demasiado, he de reconocer que estaban menos grasientos que otros que he probado y tenían el justo punto de picante. Bastante buenos.
Pedimos una cigala a la plancha para probarla, estaba deliciosa, si bien según el tamaño que tenía el precio cobrado fue bastante elevado.
Por último como plato principal pedimos un arroz con meloso con carabineros. Un plato sin duda excelente. Meloso, en su justo punto y con un gran sabor en cada grano.
De postre pedimos helado, pastel de dos chocolates y tarta de queso. El helado estaba bien, sin nada que destacar. Sin embargo tanto el pastel de dos chocolates como la tarta de queso, que es auténticamente una tarta de queso mas parecida a una quesada que esas tartas industriales de crema blanca con confitura por encima, eran reseñables.
En resumen una excelente experiencia gastronómica que además de la satisfacción hedonista de la comida tiene el plus de un entorno excelente. Sin duda uno de los recomendables.