El restaurante que hoy nos ocupa es un clásico. En la entrada, bajo un toldo, hay dispuestas mesas para poder comer en el exterior si se desea con unas estupendas vistas al mar. Si por el contrario se desea comer en el interior una vez flanqueada la barra, pasando delante de un expositor donde se muestra la materia que en breve se va a degustar, se accede a un comedor que esta adornado sobriamente con las mesas impecablemente vestidas, y con botellas de diferentes vinos y espumosos de 5 litros.
El personal solícito y amable, tan pronto entramos nos acompaño a una mesa situada al fondo del local. No es muy grande, y el número de mesas esta estudiado para que no estén demasiado juntas unas con otras. No es una marisquería pura y dura. Tienen una amplia variedad de oferta de comida tanto clásica (croquetas, o ensaladas) como tradicional tanto gallega como canaria. En vinos la oferta es variada tanto en blanco como en tintos. En concreto esta vez nos decidimos por un godello, que estaba fantástico.
Nosotros, dado que íbamos pensando que era una marisquería, nos ceñimos al marisco y al pescado. Para comenzar pedimos una ración de gamba blanca, una cigala tronco para cada uno, y un carabinero para cada uno. Le pregunté al camarero por los chipirones a la plancha y encebollados, pero me dijo que habían entrado muy grandes y que como había riesgo de que estuviesen duros que mejor que no los pidiese. Eso es un profesional, te aconseja tanto lo que puedes pedir como lo que no. Sobresaliente. De segundo por expreso consejo de nuestro anfitrión pedimos un atún rojo con una salsa de soja.
La gamba correctamente cocinada en su punto, y con la cabeza totalmente llena. Simplemente deliciosa. La langosta, porque ese tamaño no era de cigala sino de langosta, en cuanto la pinchabas salía entera del caparazón. Estaba totalmente tostada por fuera y hacia dos segundos que había dejado de estar cruda. Simplemente perfecta. Excepto por la de una marisquería de Valladolid, que otro día os contaré, posiblemente la mejor que he probado. Y como habréis comprobado si leéis habitualmente mis críticas, he probado muchas. Por último el carabinero al igual que la cigala, lo preparan abierto a la mitad y dándole un golpe de plancha, y con unos ajitos dorados por encima. La materia era buena y estaba bien hecho pero para mi gusto, el carabinero es demasiado valioso, y su sabor demasiado sutil como para poder acompañarlo con ajo. El ajo se comía el sabor de un carabinero maravilloso.
En cuanto al segundo, el atún estaba jugoso, dorado por fuera y rosita por dentro. La salsa estaba excesivamente salada, pero aportaba el justo punto de sal tanto al pescado como a las deliciosas patatas que lo acompañaban. Después del atún el camarero nos ofreció un guiso de falda de ternera rellena, que sin duda hubiese estado delicioso, pero que no nos fue posible probar por lo copioso del plato de atún. Por último yo pedí un helado de vainilla de postre y mi acompañante una filloa. Ambos correctos y muy ricos.
En resumen, un restaurante con una trayectoria, un servicio tan amable que pese a que es la primera vez que iba sentía que era un cliente habitual, que te aconsejaba en todo momento. Y una materia prima excepcional que es tratada con mimo y respeto. Otro día tendré que ir a probar la oferta cárnica y de platos tradicionales. Pero como marisquería con ese material y teniendo en cuenta que pese a no ser barato, tampoco salí sintiéndome atracado, sin duda una opción excelente para darte un capricho.