Desde que mi mujer y yo empezamos a viajar a Asturias, y más concretamente a Oviedo, siempre en todas las guías aparecía como imprescindible este restaurante. Asi que, después de mucho tiempo, decidimos ir a probarlo.
La entrada es muy bonita, con grandes ventanales de madera y con un toldo como los restaurantes y los hoteles de antaño. Al entrar se accede a un bar, en el que se encuentra la barra, que tiene todo el aspecto de un pub inglés. Para acceder al comedor hay que subir unas escaleras. El comedor es un espacio amplio y diáfano con muchas mesas y en que predomina la madera y el tono granate de los hoteles y restaurantes de los años 80. La luz es tenue para garantizar la intimidad de la experiencia.
Nada más entrar, nos atendió, muy solícito un camarero, que nos acomodó en una mesa previamente reservada. Nos trajo un aceite de oliva para degustar. Por lo general los aceites que me traen en otros restaurantes no los comento, ya que suelen ser demasiado fuertes y nada reseñables. Sin embargo este aceite era una auténtica maravilla. Era un arbequina suave que preconizaba una experiencia memorable.
Al poco nos trajeron la carta. Después de pensar bastante, dado lo extenso de la misma, decidimos probar un salmorejo, unas cigalas, unos chipirones encebollados, lomo de ciervo y lubina.
El Salmorejo, sin ser algo espectacular, estaba bien y en vez del jamón con el que se suele acompañar este plato, lo acompañaban de unas láminas de pulpo. Bastante bueno aunque se notaba el sabor del ajo, cuando lo ideal es que se sepa que está pero no sea protagonista.
Después del salmorejo, probamos unas cigalas abiertas y horneadas sobre migas de changurro (centollo) . La verdad es que estaban muy buenas, y se las notaba de bastante calidad, y el punto estaba conseguido y muy jugoso. Es un plato que era una maravilla hasta que te planteas que son tres cigalas y la ración vale 21 euros, a 7 euros la cigala. Desde mi punto de vista es un precio un poco alto para el tamaño de la ración.
Para continuar probamos unos chipirones encebollados. Era un plato con una salsa gustosa acompañados de trigueros crujientes, si bien, el chipirón estaba un poco duro y lo mismo, un plato rico, pero si pensamos en que vale 23 euros el plato, para mi gusto la cantidad era un poco escasa.
Una vez finalizados los entrantes llegaron los segundos, un lomo de ciervo asado para mi señora, y una lubina a la plancha para mí. El lomo de ciervo, si bien tenía un buen sabor debido a una salsa bien trabajada, estaba poco jugoso y se hacía bola al masticarlo. La lubina estaba pasada para mi gusto. Estropeando en ambos casos un buen producto por un tratamiento deficiente del mismo.
De postre, si bien no pedimos nada, porque estábamos llenos, nos trajeron una pequeña degustación. De vino para acompañar un Viñas del vero.
Toda la cena fue servida por unos camareros, quizá debería de decir bailarines, que en todo momento estaban pendientes de nosotros, de si faltaba agua, de servir el vino, de que no faltase pan. Jamás he visto un servicio de sala como este, y más si tenemos en cuenta que el restaurante estaba totalmente lleno.
Tras analizar la experiencia, puedo entender porqué es uno de los restaurantes más importantes de Oviedo. El local es impresionante y el servicio de sala es perfecto. Entiendo que para quedar bien con alguien le traigas a comer o cenar aquí. Sin embargo pienso que la cocina no está a la altura de la sala. Y los precios están sobredimensionados en cuanto a la calidad de la comida. Por la mitad del precio que pagamos por esta cena, solemos comer mi señora y yo, muy, muy bien en casi cualquier restaurante de Oviedo. Cuesta el doble pero no está el doble de buena la comida. Desde mi punto de vista Una y no más.