Al local se accede por un jardín donde se comienza la experiencia. Los primeros aperitivos se tomaron allí. Mullador, nieve de tomate, buñuelo ligero de calabaza vieja y consomé de calabaza con aceite de sus semillas. Aperitivos ricos, con un buen sabor y técnica.
El segundo acto consistió en una mesa ya montada al acceder al comedor. En una preciosa vajilla con motivos marinos (estrellas de mar, algas, conchas…) vienen presentados cinco platos: corales de alga nori y arroz, mojama encurtida y almendras, ventresca de atún rojo curado en atmósfera salina, abalón de tierra con emulsión de ortiguillas y kombucha de atún rojo del mediterraneo. Ninguno de los 5 nos sorprendió en exceso. Realmente hay mucha técnica detrás pero ni los productos, ni la textura final, ni el sabor nos convencieron.
Mención aparte merece el siguiente plato. Fideua azafranada y fría de navajas. No entendí el plato. Desde mi punto de vista no es comparable la pasta, un alimento neutro que precisa de una salsa (aunque sea un poco de ajo y aceite) para que tenga un sabor, que una gelatina de un caldo concentrado. Concentrar el caldo con sabor azafran y gelificarlo hace que en la boca el puñetazo de azafrán sea serio y lo peor de todo es que te deja la boca rara para los siguientes platos. Creo que las especias en los platos deberían ser potenciadores y no protagonistas. No sólo no me gustó sino que me resultó incluso desagradable.
El resto de los platos fueron más de lo mismo, alardes técnicos como conseguir una textura de lana con unos pescaditos pequeños, tratar frutos secos como legumbres… sin embargo los sabores que hacen que el recuerdo de un plato de un triestrellado te persiga una vida… no estaba. Recordaré para siempre el milhojas de raya de Martín, La ostra con esfera de su agua de Eneko, el Kromlech de Arzak, o el ramen de gamba roja de Dabiz, la ensaladilla rusa de Jesús, entre otros.
El único plato que recordaré de Quique es una gamba roja de Denia XXL por persona, cocida de forma magistral. Ironías de la vida. ¿El mejor plato del menú es el que menos se ha cocinado?
Obviamente el local, el servicio, el timing, es todo maravilloso, incluso esos platos en otro contexto serían interesantes. El problema es cuando llega la cuenta y entonces entra en juego la relación calidad precio y la gran pregunta. ¿He recibido lo que he pagado? En mi caso siento que no. Yo repetiré otros triestrellados antes que éste. Como colofón es el único triestrellado de todos los que he visitado en el que el chef no estaba. Claramente el que estuviese no hace que el concepto de los platos sea mejor o peor, me hubiesen gustado lo mismo, pero es un detalle más.