Martes, 01 Octubre 2013 09:02

Viaje a las estrellas

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Llevaba mucho, mucho tiempo queriendo ir a comer a un restaurante estrellado. Quería comprender que es lo que hacía a un restaurante salirse del mundo normal y convertirse en un restaurante de las estrellas. Y para comprobarlo decidí hacerlo a grande. Así que ni corto ni perezoso visité dos de los triestrellados.

 

 

Las sensaciones son maravillosas, incluso en algunos momentos indescriptibles ya que al ser vivencias complejas es muy difícil comunicar esa complejidad. Te sientes acompañado desde que te acercas al local. En todo momento, pero sin agobios, tienes a alguien del establecimiento en contacto contigo. Por ello no se producen parones en la experiencia porque te falte pan o agua, o porque tarden mucho entre platos. Eso no sucede en un triestrellado (o no debería).

 

La comida está elaborada con ingredientes de primerísima calidad. Cosa que no es tan habitual como me gustaría en nuestra geografía. Pero no basta con la calidad de la comida, sino que en la elaboración, tanto del ingrediente principal del plato como de las guarniciones, se ven conocimientos técnicos y presentaciones atrevidas con las que intentan sorprender al comensal. Y tengo que decir que en mi caso lo consiguieron al menos tres veces. La que más me sorprendió fue un yogurth ahumado que servían como acompañamiento de una de las carnes. Simplemente sin palabras. Mi cerebro reconoce el salmón ahumado, la carne ahumada, por supuesto el queso ahumado, e incluso he preparado fruta en la barbacoa y me encanta la piña ahumada. Pero .... un yogurth ahumado?

 

El vino también merece comentario aparte. Nosotros decidimos probar con copas y con cada cambio de capítulo probamos un vino diferente aconsejados por el sumiller. Uno con los aperitivos, otro con los entrantes, otro con el pescado y otro con la carne. Por supuesto cada vino una experiencia nueva a su vez y en total armonía con el menú.

 

Las sensación de estar en un sitio diferente, los platos elaborados, el chef que se acerca a preguntar como está todo, el personal de sala pendiente de tí…. todo conduce a una experiencia única que sabes que solo puedes sentir viviéndola… lo que dificulta transmitirla y te conduce a una pequeña frustración cuando intentas contarlo en tu entorno y te das cuenta de que no es posible hacerles partícipes de la misma.

 

Esta vivencia única hace que sea muy difícil valorar económicamente si tiene una buena relación calidad precio o no. ¿Cuanto vale algo que es único? Todos tenemos claros más o menos cuanto vale una pizza, una hamburguesa o una tortilla de patata. Cuanto valdría ese mismo producto preparado por un cocinero experto, con materiales de primerísima calidad y disfrutado en un entorno maravilloso acompañado de tu héroe (actor, deportista, escritor….) Al convertir esa experiencia en algo irrepetible de repente se convierte en incalculable y es muy difícil pensar en caro o barato

 

Supongo que depende de como hayas vivido la experiencia concreta. En mi caso Arzak fue sublime, Akelarre no lo fue. Por ello entiendo al que piensa que es una burrada pagar un dineral como ese por comer, pero yo estoy empezando a ahorrar de nuevo para ir a Arzak otra vez.

 


   


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Desde que tengo recuerdos, siempre has estado a mi lado, e incluso antes de lo que puedo recordar. En tu nombre y siempre junto a ti he vivido; y muchas son las vivencias en las que siempre apareces. No hay día en que no piense en ti, y si un día no te he visto... no ha sido lo mismo.


Por ello, hoy, creo que estoy preparado para reconocer la importancia que tienes en mi vida, es más, reconozco que sin ti no entiendo la vida. Y por ello quiero publicar este blog para que todo el mundo lo sepa.

LoGourmet